Te voy a contar la historia de un día de la vida de un caracol. Y te preguntas lógicamente: ¿Pero qué tiene que ver esto con el tema de la Morfopsicología? ¿Qué relación puede haber entre este animal y la lectura de rostros? 

Por muy sorprendente que parezca, un día de la vida de un caracol puede ilustrar de forma muy gráfica los principales movimientos vitales que la Morfopsicología contempla para entender las fuerzas que moldean un rostro.

¿Listo/a? Vamos a ver lo que le pasa a este animal simpático, cuando no come las lechugas de nuestro huerto.Después  de una buena noche de descanso, nuestro caracol se despierta. Ha comido bien en los días anteriores. Está eufórico, satisfecho de sí mismo y del mundo entero. No siente ningún deseo de hacer nada. Se queda tranquilo durante un momento, todavía medio dormido, sin defensa y ablandado. No tiene ganas de moverse. Es como un bebe bien redondito con los receptores abiertos al mundo, en espera de que se le dé algo para que pueda crecer. Morfopsicologicamente hablando, es un ‘dilatado átono’.

Al cabo de un rato, despertado del todo, sus músculos se han vuelto más firmes. Todavía no tiene ganas de hacer nada, ya que no tiene ninguna necesidad. Nuestro caracol sigue sintiéndose eufórico, pero ahora está dispuesto a actuar si hace falta. Se ha convertido en un ‘dilatado tónico’.

Más tarde, empieza a tener hambre. Su sensibilidad está suficientemente despierta para darse cuenta de que, si no ocurre nada, va a sufrir. Ya no está en el estado de la dilatación perfecta, y aparece un primer movimiento de retracción. Nuestro caracol estira su cuerpo de su concha,  saca sus cuernos y se empieza a moverse en dirección de unos olores de buena comida. Esta forma de avance le pone en marcha hacia la conquista de alimentos que le serán favorables es la que se llama proyección (o retracción dinamizante) en morfopsicología. 

Es la fuerza que típicamente experimenta el adolescente y que le propulsa fuera del nido familiar en busqueda de nuevos alimentos instintivos, afectivos e intelectuales. Esta fuerza hará que nuestro caracol pueda vencer obstáculos que tratará de escalar o evitar. Puede que encuentre rápidamente comida y en este caso después de comer hasta la saciedad volverá a dormir bien protegido en el fondo de su concha: habrá vuelto al estado de dilatado átono y este mismo ciclo puede repetirse muchas veces.

Pero hoy en su conquista de comida, nuestro caracol se encuentra con un niño juguetón que empieza a tocarle los cuernos con la punta de sus dedos. 

Se ve obligado a replegar sus cuernos en su cabeza. Y como el niño insiste, entra todo su cuerpo en su concha, a la espera de un momento más favorable para seguir adelante. No sufre todavía, pero su actitud corresponde a un despertar más profundo de su sensibilidad que le avisa de un posible peligro. Como tiene que entrar en su concha, ese movimiento se llama contención o retracción interiorizante. Se trata del instinto de conservación, de proteger sus fuerzas y su vida. Esa necesidad de protegerse empuja cualquier ser vivo a replegarse hacia dentro para buscar los medios de gestionar una dificultad: se distancia de su entorno. En el ser humano, este movimiento corresponde a la edad adulta, en la cual tomamos decisiones en base a la consciencia de peligros exteriores. 

Normalmente, en la mayoría de los casos, los obstáculos desaparecen para nuestro caracol y este puede seguir su camino (movimiento de proyección), encuentra su comida, la absorbe (dilatación tónica), se duerme (dilatación atona) y el ciclo sigue y sigue.

Pero hoy, el obstáculo es mayor: el niño juguetón acaba de decidir que quiere adoptar a nuestro caracol y lo encierra en una caja. El problema es que se olvida de darle de comer.  Nuestro caracol empieza a entrar en el fondo de su concha (movimiento de contención o de retracción interiorizante), esperando que las cosas se arreglen. 

Pero esta situación desfavorable se prolonga ya que nuestro niño está muy ocupado con unos nuevos juguetes recibidos por su cumpleaños.  Nuestro caracol empieza a producir una baba que se endurece en una capa fina casi impermeable que tapa la entrada de la concha y evita una deshidratación rápida. Suele usar esta técnica cuando hay sequias prolongadas, o sencillamente para esperar la próxima lluvia y salir de nuevo a por comida. Pero esta vez, la situación desfavorable dura, y se deshidrata de forma grave. Enfrentado a un entorno muy hostil, ha experimentado la retracción desecante que ha disminuido su vitalidad y lo ha encogido sobre sí mismo, para concentrar sus últimas fuerzas en intentar prolongar su vida y ahorrarlas de la mejor manera posible. En la vida de los seres humanos, ese movimiento de retracción se observa típicamente en la vejez o en periodos de adversidad; es un repliegue sobre sí mismo para concentrar las fuerzas, conlleva más soledad y centramiento en el mundo interior.

Por fin, el niño se acordó de dar de comer a nuestro caracol que se puede recuperar poco o poco y vuelve a dilatarse