Las formas y el relieve de nuestra cara es el lugar de enfrentamiento entre las fuerzas vitales de nuestro patrimonio genético (innato) y las fuerzas de resistencia del entorno que nos rodea y nos influye (adquirido).

Es la alianza o la oposición entre esas fuerzas que han formado nuestro carácter y da esa forma tan singular a nuestro rostro. Y esas fuerzas vitales procedentes de las profundidades de nuestro ser no paran de afectar el molde de nuestro rostro a lo largo de nuestra vida. Por eso el rostro no es una mosaica estática sino una superficie dinámica sensible a los movimientos interiores de nuestro inconsciente y a nuestras interacciones con el entorno.