En todas las épocas se ha pensado que existían correspondencias exactas entre las formas del rostro y los rasgos del carácter de una persona. Y desde la antigüedad se han elaborado muchos sistemas más o menos rigurosos para profundizar la comprensión de esta relación entre rostro y carácter.

A estos sistemas, se les suele agrupar en una aérea del saber que tiene varias denominaciones: de forma un poco confusa hay 3 palabras distintas que se usan: las palabras fisionomía o fisiognomía o fisiognomonía. Usaré la denominación más usada fisiognomía para referirme a lo que consideramos el ancestro de la Morfopsicología.

¿Quiénes fueron los primeros en poner en evidencia la relación rostro-carácter y en hablar de fisiognomía?

Es difícil decirlo con exactitud porque nos han llegado referencias muy antiguas de muchos sistemas de fisiognomía, desde la antigua Egipcia entre 2500 y 3000 años antes de Cristo, y también desde China donde el arte de la lectura del rostro tiene una antigüedad de más de 2000 años y que por cierto en la actualidad se lo considera allí una ciencia auxiliar de la medicina.

En Occidente empezó en la Antigua Grecia. Y tradicionalmente se considera que el filósofo y matemático griego Pitágoras fue el fundador oficial de la fisiognomía en 530 años antes de Cristo porque fue el primer gran pensador en practicar la fisiognómica y en sentar algunos de sus principios básicos.  Se dice que Pitágoras analizaba de forma precisa los rostros de todos los jóvenes que aspiraban a ser alumnos suyos para tratar de evaluar su potencial y sus aptitudes.

Hacia el año 400 antes de Cristo, uno de los médicos más conocidos de la antigua Grecia se interesó en el tema. Se trata de Hipócrates. De hecho muchos le consideran como el verdadero creador de la fisiognomía. Para tratar las enfermedades Hipócrates introdujo en los conocimientos médicos de la época el sistema de los cuatro Temperamentos. Es uno de los sistemas de clasificación del tipo de personalidad más antiguo del mundo. Y de hecho, este sistema se utiliza todavía por los practicantes de la medicina tradicional en todo el mundo. Hipócrates retomó una teoría de Pitágoras sobre los humores. Cuando se hablaba de “humor” no se referían al sentido del humor de las personas sino a  los fluidos corporales que están presentes en el cuerpo humano. Y asoció esos humores con 4  temperamentos básicos que conocemos como el  sanguíneo, el flemático, el colérico y el melancólico. El uso de estos términos persiste en el lenguaje científico de la psicología moderna. Hay que subrayar que ese sistema era una aproximación basada en el cuerpo entero y no específicamente en el rostro.

Y 50 años después,  llegó el filósofo y científico ARISTOTELES. Fue el primero en dejar un documento escrito de fisiognomía que constituye el tratado más antiguo de los que sobreviven al día de hoy. Aristóteles fue el primero en sostener claramente la posibilidad de establecer una relación entre el carácter y los rasgos faciales. Distinguía tres ‘almas’ dentro de la psique: un alma vegetativa, un alma sensitiva y un alma razonable que se expresaban en los varios niveles del rostro. Fue una aportación muy interesante porque esta clasificación sigue siendo utilizada por la Morfopsicologia moderna y queda confirmada por la neurociencia con los tres cerebros dentro del encéfalo: el cerebro reptiliano (con su base en el tronco del encéfalo), el cerebro emocional (con su base en el sistema límbico) y el cerebral (con su base en la noecorteza.

Pasaron los siglos y durante la edad media y el renacimiento hubo muchos otros autores que escribieron sobre el tema. Pero hay que esperar el final del siglo 18 para ver aparecer las primeras directrices de la fisiognomía moderna. En 1772, el pastor protestante suizo Johan Kaspar Lavater escribió un libro que ordenó y juntó muchas observaciones que se hicieron a lo largo de los siglos sobre la relación entre rostro y personalidad. Su tratado marcó el inicio de una autentica moda en Europa y gozó de una gran popularidad hasta mediados del siglo 19. Hay que tomar en cuenta que en esa época no existía todavía la profesión de psiquiatra ni de psicólogo.

Con esa publicación había nacido la primera generación de la ciencia morfopsicológica.  Pero su límite se encontraba en su esencia: se buscaba la relación entre un elemento del rostro y un rasgo de carácter sin tomar en cuenta la relación de los elementos entre ellos. Le faltaba la síntesis del conjunto.

Por eso se reprocha a menudo a la Fisiognomía de caer fácilmente en caricaturas y tópicos como, por ejemplo, concluir que tener unos labios finos es señal de crueldad o que tener una frente grande es un indicador de gran inteligencia.

Poco tiempo después de Lavater, alrededor del 1800,  apareció la Frenología creado por el médico alemán Franz Jospeh Gall. Se basaba en la forma del cráneo para determinar los rasgos del carácter y de la personalidad. Con lo poco que se sabía sobre el cerebro desde el punto de vista científico, la Frenología se convirtió en la psicología casera de esa época. Hoy en día esa teoría no tiene mucha aceptación.

Luego hubo varios investigadores que dieron mucha importancia en introducir el método científico con el uso de estadísticas; esto suponía un rigor superior a los métodos empíricos que se habían usado hasta la fecha. Pero todos se centraron en estudiar la forma del cuerpo en su conjunto y no la del rostro en particular.

1914 es un año importante para el futuro de la morfopsicología. Se publicó el libro “La forma humana” escrito por el médico francés Claude Sigaud.  El punto de partida del Dr Sigaud fue la distinción, tan familiar para todos, de los gordos y los delgados. De esta distinción tan banal en apariencia, el doctor Sigaud sacó toda una doctrina del temperamento. Observó que las enfermedades no evolucionaban de la misma manera para los gordos y los delgados y llegó a la conclusión que estas morfologías corporales opuestas tienen diferentes procesos de defensa frente a las agresiones del medio ambiente. Consideró el nivel de sensibilidad como el factor esencial de la defensa orgánica. Estableció la ley de la Dilatación-Retracción que indica la existencia de 2 movimientos vitales que animan las formas de cualquier ser vivo. Observó que las formas de un sujeto tienden a dilatarse cuando el sujeto percibe su entorno como favorable, movimiento impulsado por su instinto de Expansión. Si el sujeto experimenta el entorno como una fuente de peligro, sus formas tienden a retraerse, impulsado por su instinto de Conservación, mecanismo inconsciente de defensa activa.

Dado que Sigaud era médico y que solo le preocupaba las enfermedades de los órganos, solo le interesó la morfología corporal y nunca mencionó las correspondencias psíquicas del rostro.

Pero varios años después dos de sus discípulos enseñaron la doctrina del Doctor Sigaud a un tal Louis Corman, un estudioso de la Fisiognomía. Louis Corman era psiquiatría especializado en la comprensión de la psicología de los niños. Entre otras cosas, creó en 1961 el test Pata Negra, se trata de una de las pruebas más utilizadas en el ámbito escolar y clínico para intentar detectar e interpretar los conflictos de personalidad en los niños. A principios de los años 1930 el doctor Corman habia recopilado todas las teorías y  los estudios que se habían hecho sobre el tema hasta la fecha. Rápidamente comprendió todo el provecho que se le podía sacar a esta ley de la Dilatación-Retracción para el estudio de los rostros. Y fue la base con la cual creó la Morfopsicología.

Al profundizar el descubrimientos del Dr Sigaud, estableció la regla fundamental que biología, fisiognomía y psicología son 3 aspectos de una misma realidad.  Empezó a estructurar este método de observación y de interpretación de los rasgos faciales a partir de 1930.

En 1937, publicó el libro ‘Las quince lecciones de la Morfopsicología’. Habia nacido oficialmente esta ciencia que superaba los límites de la fisiognomía. Louis Corman dedicó un gran parte de su vida al desarrollo y la divulgación de la Morfopsicología. Escribió más de 15 libros sobre el tema, y creo en 1980 creó una escuela La Sociedad Francesa de Morfopsicología para formar a alumnos y profesores, con un código deontológico muy importante: ‘No juzgar sino comprender’.