La morfopsicología nos da indicaciones sobre nuestras tendencias naturales y nuestras posibilidades pero en ningún momento tiene la pretensión de predecir el futuro de las personas. Nuestro rostro no es estático, sus formas cambian. El rostro se moldea por fuerzas biológicas que son dinámicas. No paran de actuar en ningún momento aunque no somos conscientes de ello. Por eso, con el transcurso de los años y a veces de los meses, podemos notar cambios en nuestra cara y en la cara de nuestros conocidos. Un estudio morfopsicológico es un diagnóstico de una persona en un momento dado de su vida.

Lo que somos en esos momentos es el resultado de muchos factores. Principalmente se considera que 3 factores entran en cuenta:

  1. Nuestra herencia biológica, que nos aporta una constitución fundamental que debemos aceptar sin poder esperar modificarla mucho.
  2. Nuestro entorno (climático, nutritivo, afectivo, educativo, social, profesional), que nos transforma progresivamente, desarrollando algunas de nuestras tendencias nativas y disminuyendo otras de forma más o menos pronunciada.
  3. Nuestro libre albedrío, más o menos desarrollado en cada uno de nosotros que nos permite elegir destinos para los cuales nuestra naturaleza no nos tenía predispuesto.

La morfopsicología nos permite identificar las fuerzas que actúan de forma inconsciente sobre nuestra conducta y usarlas para perseguir nuestros objetivos más deseados. Por lo tanto, esta ciencia no es sinónimo de petrificación sino de evolución, ya que nos permite enterarnos de si vivimos nuestro potencial y en qué áreas podemos evolucionar. El análisis morfopsicológico de las formas debe permitir hacer un balance de las fuerzas vivas de una persona para ayudarle a sacar el máximo provecho de sus tendencias favorables y compensar las fuerzas que son perturbadoras.