Pues esencialmente por 2 motivos:

El primero, es porque nuestro rostro es la parte de nuestro cuerpo que mejor indica cómo nos adaptamos al entorno.  En nuestro rostro se agrupan 4 de nuestros 5 receptores sensoriales (ojos, nariz, boca, orejas) y lo convierte en la zona del cuerpo que más interactúa con el medio. Y como hemos comentado antes, nuestra personalidad es una estrategia de adaptación al entorno; nuestro rostro refleja muy bien esa adaptación gracias a su movilidad. DE hecho el rostro es la parte del cuerpo que mayor movilidad tiene y por eso nuestra cara es la parte de nuestro cuerpo que más cambia a la largo de nuestra vida.

No hace falta saber de Morfopsicología para darse cuenta que la cara de una persona evoluciona muchísimo desde su niñez hasta su vejez y pasa por cambios importantes en ciertos periodos de nuestra vida. Por lo tanto, consideramos que, de todo el cuerpo humano, el rostro es la parte más representativa de nuestro dinamismo vital y de cómo nos adaptamos al entorno.

El siguiente motivo es el siguiente: nuestra cara es la parte de nuestro cuerpo que mejor nos diferencia los unos de los otros, nos hace únicos e irrepetibles. Da información sobre nuestra identidad individual, sobre nuestro género, nuestra edad aproximada, nuestros estados emocionales. Además la neurociencia pone en evidencia esa relación estrecha y directa entre nuestro cerebro y nuestro rosto. En cambio los cuerpos no permiten establecer tantas diferenciaciones claras entre los individuos. De hecho está claro que nos reconocemos por la cara, ¿verdad?

Cuando miramos un rostro por primera vez y sin mucho esfuerzo, nos hacemos una idea muy rápida de algunos rasgos de carácter que pueda tener esta persona. No podemos explicar cómo hemos llegado a estas deducciones porque se trata de algo intuitivo y por analogía: asociamos caras nuevas con otras que ya conocemos y deducimos que deben tener caracteres parecidos. Esta práctica de etiquetar a las personas es poco fiable e incompleta porque se hace de forma inconsciente e intuitiva, sin una base racional ni consciente, lo que sí ha conseguido la Morfopsicología.

Hay otro caso llamativo cuando se habla de la correlación entre rostro y personalidad, es el de los gemelos idénticos que tienen rostros muy parecidos.  A lo mejor conoces algunos. Los estudios científicos han demostrado que comparten un gran número de rasgos de comportamiento, que pueden ser por ejemplo la timidez, la hiperactividad, el optimismo, la sociabilidad, la agresividad… e incluso pueden tener en común gustos y preferencias que pueden ser orden vocacional o religioso. Estas coincidencias repetitivas y comprobadas ponen de manifiesto que hay una correlación entre formas y psicología. La Morfopsicología considera que  no se trata de una correlación simple entre la forma y la función sino de una interacción sincronizada de todas las partes del rostro. Por lo tanto, si cambia una zona o un elemento del rostro, puede cambiar toda la estructura y personalidad del sujeto.